En el taller de Didier Lourenço

¿Cómo definirías tu obra?
Definir la obra de uno mismo siempre es complicado; quizás se podría decir que es una obra llena de optimismo vital o, si se quiere, como alguien ya ha dicho, llena de “la joie de vivre”. Los colores que utilizo son cada vez más explosivos y potentes, y últimamente también he optado por partir de la omnipresencia de la figura femenina (por cierto, aprovecho para responder a todos aquellos que me preguntan sobre esta figura: no pretende ser nadie en concreto, sino una mujer universal llena de feminidad, es decir, una figura que quiere crear un diálogo con el espectador mientras muestra sus emociones).
También destacaría el juego de texturas que, cómo no, está muy relacionado con el de los colores. En mi obra “Walkers”, por ejemplo, encima de una paleta de textura blanca unas figuras andantes construyen una abstracción de colores que van y vienen. En todo caso, mi trabajo es muy variado en cuanto los temas, porqué es aquí donde creo que tiene que residir el esfuerzo del artista, que tiene que intentar crear sin aburrirse ni aburrir al espectador.
¿Nos podrías explicar cómo es tu proceso creativo?
Pues muy variado, también. A menudo me aparece una idea e intento plasmarla en una composición de dibujo que encaje. Es el momento que empiezo a llenar papelitos de dibujos hasta encontrar el equilibrio que creo que es el mejor. A partir de aquí, traslado ese pequeño dibujo a la tela y es entonces cuando empieza otro proceso creativo, mucho más plástico: es el momento en que intervienen los colores, la materia, las pinceladas y todos los matices de la pintura. Yo diría que es cuando, como dicen en inglés, “let´s the fun begin!". En otras ocasiones, la creación es mucho más directa y dejo que la obra me lleve por sí misma para que las cosas sucedan directamente sobre el lienzo.
"Los colores que utilizo son cada vez más explosivos y potentes, y últimamente también he optado por partir de la omnipresencia de la figura femenina"
¿Cuándo y por qué razones empezaste a pintar?
Siempre he pintado y ensuciado papeles, telas, cartones y toda superficie “pintable”, desde pequeño. Soy de formación autodidacta. Mi padre, Fluvio, es litógrafo, y muchos artistas de entre los 80 y los 90 venían a hacer litos en su taller. Yo en aquella época trabajaba con él para aprender el oficio y, cuando podía, pintaba en un rincón del taller con la ilusión de poder exponer y vender mi propia obra algún día. Todos esos artistas fueron mis maestros.
¿Cómo ha evolucionado tu trabajo a lo largo de los años?
Diría que ha evolucionado mucho… Aunque no quiero entender “evolución” como una cosa que mejora, sino como el hecho que la obra va cambiando y se va haciendo diferente. Al principio, eran obras llenas de atrevimiento (y “rauxa”, que decimos en catalán) con mucha materia de espontaneidad e inocencia, que es como yo diría que definiríamos a una persona más joven. Al ir madurando, la obra coge inevitablemente más precisión, pensamiento, matices. Creo que el artista honesto consigo mismo evoluciona sin la intención de hacerlo, porque lo que hacemos los pintores es el reflejo de nuestra alma.
¿Podrías citarnos los proyectos artísticos y las exposiciones de tu carrera que consideres más importantes?
Mi mayor proyecto artístico es continuar creando y no dejar nunca de sorprenderme a mí mismo; es seguir teniendo ganas e ilusión de ir al estudio como las que tiene un niño el día de Reyes. He tenido la suerte de exponer internacionalmente; mi obra se puede ver globalmente, tanto los originales (una parte de mi obra forma parte de varias colecciones privadas y fundaciones tanto aquí como en el extranjero), pero también gracias a la buena acogida que tienen mis litografías y posters.