En el taller de Teresa Riba

¿Cómo definirÃas tu obra?
Siempre he querido expresar artÃsticamente la contradicción. Mis esculturas están suspendidas en ese punto medio entre lo que es y lo que no es, lo que se quiere y lo que no, entre el movimiento y la armonÃa. Lo que más me interesa es la persona, la identidad, el sentimiento y, sobre todo, la comunicación: por eso para mà es tan importante la interacción entre obra y espectador.
Cada escultura es un personaje con personalidad propia que tiene su identidad, pero en realidad no representa a nadie determinado. Puede ser cualquiera, un individuo que te mira e interroga lo que te preguntarÃas a ti mismo. Son piezas que puedes observar de dos formas distintas; de lejos, donde ves en el movimiento un pequeño gesto sutil o en la firmeza de una postura su talante, y de cerca, en el que puedes comunicarse te de tú a tú.
Mi obra es a veces triste, pero en ese sentido es ambigua y tiene un punto de esperanza. Hablo de emociones, de limitaciones, de juego, de comunicación, de etapas, de decisiones, de silencios, de infancias, de esperanzas... A las exposiciones quiero crear espacios en los que el silencio de las esculturas detengan el tiempo unos instantes para que podamos contemplar, escucharnos y vernos a nosotros mismos.
¿Nos podrÃas explicar cómo es tu proceso creativo?
Trabajo por temas haciendo series que me interesan, siempre con un punto de intuición. No dejo los temas cerrados, y asà sé que siempre los puedo retomar, tal como ocurre en la vida. Hago pequeños bocetos de dibujo o esculturas que a veces sólo puedo entender yo, pero que me sirven de punto de partida. Me fijo mucho en las miradas y los movimientos sutiles que definen los personajes.
En dibujo, trabajo grafito y carboncillo y con escultura me encuentro muy cómoda trabajando con el barro (aunque después las paso a bronce), ya que me ofrece toda su frescura, textura, color y posibilidad de movimiento. También utilizo la madera trabajando directamente y dejando la textura de la motosierra, asà como también, aunque menos, la piedra, material que me atrae.

¿Cuándo y por qué razones empezaste a pintar?
De pequeña siempre me decÃan que dibujaba muy bien, aunque yo no me lo creÃa demasiado. Sà que es verdad que me esforzaba mucho. De hecho, casi aborrezco el dibujo. En todo caso, siempre me ha gustado trabajar con las manos, hacer manualidades, pero nunca hubiera creÃdo que me podrÃa dedicar a la escultura. Estudié Bellas Artes por la pintura, pero no la he cultivado nunca. El primer dÃa que toqué el barro, supe que era eso lo que querÃa hacer: cuando lo hago me siento dentro del espacio, dentro de la escultura, rodeándola acariciándola, haciéndola y deshaciéndosela…
¿Cómo ha evolucionado tu trabajo a lo largo de los años?
Mi trayectoria artÃstica, aunque siempre se ha mantenido dentro del arte figurativo, ha pasado por varias fases. Lo más importante ha sido siempre la expresión humana. Pero, inicialmente, esta expresión la conseguÃa a través de la representación del movimiento del cuerpo, de los ritmos, de los equilibrios y de las tensiones de las formas. Los cuerpos estaban más acabados y eran más compactos. Daba más importancia al concepto de masa, con formas redondeadas. Más tarde, una se da cuenta que esta fuerza interior no debe transformarse necesariamente en movimiento, sino que basta con un simple gesto, aunque sea tÃmido.
Actualmente, mi obra se va abriendo hacia otros campos expresivos. Una escultura no es sólo un objeto fÃsico y cerrado: su importancia radica en lo que transmite y eso es una cuestión inmaterial e invisible.