Cuanto ocurre en el mundo de Carmen Pastrana lo hace en o contra el vacío, ese blanco impoluto de sus fondos que, indudablemente, se convierte al final en un inesperado protagonista más de sus impecables escenas. Apenas pobladas, desoladas, metafísicas, éstas desarrollan sucintos pero muy intensos diálogos donde alguien o algo se relaciona con algún otro elemento y, en efecto, también con el vacío insondable que lo rodea. O contra él.