La englobaría dentro de la corriente realista contemporánea. Eso sí: en mi caso, aunque capto la realidad que percibo como tal, siempre lo hago con la intención de construir mi propia realidad. Porque un cuadro realista muestra, de hecho, una realidad paralela a la que tenemos enfrente.
De alguna manera, el objetivo es la transformación de la realidad que me envuelve mediante la plástica y los recursos propios de la pintura, siempre con la intención de trasmitir emociones, cosa que para mí es la finalidad más importante del arte. El aprendizaje, así como las influencias o la experiencia de uno mismo, son los instrumentos que utilizo a la hora de concebir, componer y pintar mis cuadros.
¿Nos podrías explicar cómo es tu proceso creativo?
Aunque todo sea “pintable”, no todo me interesa. Trabajo cada vez más conceptos como la transitoriedad, la simplicidad o la cotidianidad, y los encuentro en todo aquello en que generalmente no nos fijamos: tanto puede ser un charco de agua como una sábana tendida o la rama de un árbol.
De esta forma, trabajo dotando de significación e importancia elementos y escenarios anodinos gracias a la selección de composiciones, luces y texturas determinadas. Y es así, mirando el mundo, como llego al estudio con imágenes debajo del brazo que me impulsan a estar enfrente del caballete muchas horas diarias. Siempre he creído que el proceso creativo es el que realmente me enriquece: pinto varios cuadros a la vez para poder descansar la mirada entre uno y otro y que la “construcción” sea la óptima.